Sonaron las doce campanadas, este año, muy lejos de donde yo me encontraba. No me puedo quejar. Los fuegos artificiales en la Bahía de San Francisco me daban la bienvenida al nuevo año, junto a alguien muy especial. Si de un año pudiese decir que iba a ser el año de mi vida, este 2014 parecía contar con todos los ingredientes para ello: volvía a casa tras una experiencia irregular, y volvía feliz, dispuesto a emprender un nuevo camino, dispuesto a, con casi 27 años, hacerme adulto.
26 días para mis 27 años, y ningún abril había hecho que me costase tanto sonreír. El castillo de naipes de mi ilusión poco a poco se había ido desmoronando. Una serie de malas noticias que han ido aconteciendo a lo largo del año; la impotencia de verme cada día en mi sofá, pegado a mi portátil, buscando, sin resultado alguno, aquello que me permitiese alzar el vuelo, comenzar a vivir; pero sobre todo, la sensación de haber ido equivocándome a cada paso dado, a lo largo de mi vida, eso es lo peor. Echar la vista atrás y comprobar que todo el camino recorrido parece haber sido en vano. Comprobar que cada decisión tomada había sido errónea. Reconocer que todo lo hecho no consigue hacerme feliz, ni se acerca al ideal de futuro que tenía años atrás, cuando la vida comenzó a obligarme a tomar decisiones.
El estruendo de los (escasos) fuegos artificiales cesó y mis deseos ya estaban ascendiendo con el humo que en aquella fría noche de enero, nos recordaba que había algo que celebrar. Sin duda comenzaba un año especial, lo sentía en mi interior. Nuestras miradas cómplices se cruzaron. Ella también lo sentía. Por fin estábamos juntos y nos tocaba disfrutar.
Mañana ya es abril. Casi tres meses desde que regresé. Casi tres meses desde que comencé a preguntarme qué es lo que de verdad quiero, lo que de verdad necesito. Casi diez años desde que no siento alegría con la entrada de este nuevo mes. Casi un año desde que te conocí.
Mi camino puede ser complejo. Mi camino puede hacerme dudar acerca de dónde se encuentra la meta, de las acciones que debo llevar a cabo para alcanzarla. Pero si jamás en mi camino ha aparecido la palabra arrepentimiento, ha sido por quiénes han aparecido durante el mismo, y quiénes han caminado siempre conmigo. Por ellos, por los que han sido mis escuderos durante todo este tiempo merece la pena equivocarse, merece la pena no seguir la línea recta que hace tantos años soñaba con seguir.
Abril me recuerda que no sé que me deparará este 2014. Me recuerda que hace tres meses deseé con toda mi alma ser uno más, sin lamentaciones. Deseé ser observado como cualquiera de los que me rodea, hacer lo que se supone que debo hacer. Deseé no quedarme atrás y mirar al mundo desde el vagón de cola.
No fue buena idea nacer en abril. Sin embargo, aún pienso que este 2014 puede ser un gran año. Aún pienso que abril podrá hacerme sonreír.