domingo, 2 de noviembre de 2014

Ojalás


 Mirar de lejos al cielo ó de cerca al suelo, cada uno hacia donde se sienta más cómodo e identificado. Siempre llega ese momento en que una plegaria, un ruego, una súplica, toman forma en nuestro interior y se dirigen a ese lugar lejano donde esperamos que alguien tenga a bien escucharla, interesarse por ella, y cumplir el deseo que se aloja en lo más profundo de la misma.
No soy muy de creer, pero en ocasiones, el mundo gira en la dirección opuesta a la que se dirigen tus pasos, haciéndote tropezar y sin querer, sin poder controlarlo, la primera palabra que susurras ó escupes, dependiendo de tu estado anímico, es ese "ojalá", el cual esperas que ese a quien te encomiendas, pueda cumplir.

Me he dado cuenta que hay muchas más cosas en la vida de las que imaginaba, imposibles de controlar. A veces es bonito caminar a ciegas. Darte de bruces contra realidades insospechadas que te hacen crecer y madurar. Encontrarte con personas inesperadas que sin darte cuenta se sientan cada noche a tu mesa y se despiertan cada mañana con el ruido del café que preparas.

Otras veces, sin embargo, lo inesperado e incontrolable, duele. De un día para otro, ese mundo que  has ido cimentando poco a poco, tiembla peligrosamente. Una sola palabra y tropiezas, sin poder, o lo peor, sin querer levantarte.

Tras muchas lágrimas y "ojalás", miras a tu alrededor, y ahí se encuentran todos. La que cada mañana te despierta con ese buenos días con olor a café recién hecho. La familia que aunque no de sangre, has ido creando en torno a tí, y que sabes que siempre, y sobre todo ahora, van hacer que tu deseo llegue intacto a quien haya de escucharlo y cumplirlo.


Porque como dijo aquél, el maestro, si quieres algo, deséalo con todas tus fuerzas, por imposible que parezca, que el universo conspirará para cumplirlo. Y si todos los que estamos a tu alrededor lo hacemos, será fácil que en poco tiempo nos riamos y recordemos con nostalgia ese día en que alguien nos presentó y comenzamos a ser familia.