No soy muy de creer, pero en
ocasiones, el mundo gira en la dirección opuesta a la que se dirigen tus pasos,
haciéndote tropezar y sin querer, sin poder controlarlo, la primera palabra que
susurras ó escupes, dependiendo de tu estado anímico, es ese "ojalá",
el cual esperas que ese a quien te encomiendas, pueda cumplir.
Me he dado cuenta que hay muchas
más cosas en la vida de las que imaginaba, imposibles de controlar. A veces es
bonito caminar a ciegas. Darte de bruces contra realidades insospechadas que te
hacen crecer y madurar. Encontrarte con personas inesperadas que sin darte
cuenta se sientan cada noche a tu mesa y se despiertan cada mañana con el ruido
del café que preparas.
Otras veces, sin embargo, lo
inesperado e incontrolable, duele. De un día para otro, ese mundo que has ido cimentando poco a poco, tiembla
peligrosamente. Una sola palabra y tropiezas, sin poder, o lo peor, sin querer
levantarte.
Tras muchas lágrimas y
"ojalás", miras a tu alrededor, y ahí se encuentran todos. La que
cada mañana te despierta con ese buenos días con olor a café recién hecho. La familia que aunque no de sangre, has ido creando en torno a tí, y que sabes que
siempre, y sobre todo ahora, van hacer que tu deseo llegue intacto a quien haya de
escucharlo y cumplirlo.
Porque como dijo aquél, el
maestro, si quieres algo, deséalo con todas tus fuerzas, por imposible que
parezca, que el universo conspirará para cumplirlo. Y si todos los que estamos a
tu alrededor lo hacemos, será fácil que en poco tiempo nos riamos y recordemos
con nostalgia ese día en que alguien nos presentó y comenzamos a ser familia.