Soy de los que siento. Siento sintiendo
y siento no lamentarlo. Porque me vacío cada vez que dejo de creer que cada
centímetro de mi piel tiene algo que expresar.
Me oigo lejos del mar. Ya no busco caracolas que me llamen y no
salte mi buzón de voz. No tengo sueños de salitre ni la arena blanca se pierde
entre mis sábanas. Ya no navego entre corrientes y tropiezo entre la gente, que
huye de sí misma, sin dirección pero con miedo. Me golpeo una y otra vez, corro
cada vez más rápido, y a cada golpe, me siento libre, porque siento y no lo lamento.
Nunca entendí a aquellos de mente
fría y corazón helado. Aquellos de tez imperturbable y mirada perdida, sin
brillo en las pupilas. Yo soy de los que no conciben una emoción sin una
lágrima, sin un nudo en la garganta, sin mariposas revoloteando nerviosas, con
prisa por ver la luz… Me dan miedo y lástima aquellos que no se emocionan,
aquellos cuyo corazón siempre late al mismo ritmo, cansino y perezoso, sin
altibajos ni sobresaltos.
Soy de los que
son, sin tapujos, siendo y sintiendo, viviendo. Soy yo, para lo bueno y para lo
menos bueno.