viernes, 28 de febrero de 2020

Adiós, Corazón


No se acostumbraba a no escuchar el sonido de sus tacones a través de la ventana. Buscaba en cada rincón su aroma, esa aura tan especial que tantas veces le había repetido que poseía. 
No había sido nunca de esos que seguía los dictámenes de su cabeza. Su corazón era su piedra angular, su guía, la brújula que siempre le había mostrado ese “norte” que debía perseguir. 
Unos lo llamaron edad, otros madurez, otros simplemente “normalidad”. Él, no sabía cómo referirse a ello. Sin embargo, muy a su pesar, cubrió su corazón con un velo opaco de recuerdos y momentos, de sentimientos, y le pidió por favor que pasara a un segundo plano, que se tomase un merecido descanso. Su cabeza haría un buen trabajo, se repetía. Su mente se fortalecería, exploraría en su interior y encontraría, quizá difuminada o rota, esa imagen de sí mismo que muchos años atrás le devolvió el espejo. Recompondría cada uno de los mil pedazos que se habían ido desprendiendo de ella con los años y la prepararía de nuevo para brillar. 
Y brillaría. Y en ese preciso instante, todo aquello que escondía entre su frente y su nuca, todo aquello que tanto tiempo permaneció desordenado, ocuparía su lugar. 
Un día, un mes, un año…su cabeza no se comprometió a cumplir ningún plazo. Descansa tranquilo, corazón, le dijo. Cuando llegue el momento en que estés preparado para tomar las riendas de nuevo, lo sabrás. Ese opaco velo se tornará translúcido, posteriormente transparente y acabará desapareciendo.
 ¿Quién sabe cuándo corazón? Sé paciente, y toma fuerzas para que una vez que tú y yo, mente y corazón, nos entendamos y comprendamos todo aquello que necesitamos, yo dé un paso a un lado, y tú puedas brillar.
Aún mantenía la esperanza de doblar la esquina y que ella estuviese allí, esperando, sonriendo y con ese abrazo pendiente que tanto le reconfortaría.
Aún su corazón, ya confinado e incomunicado, encontraba cualquier resquicio, grieta o debilidad, en su fortaleza mental, para no olvidar. Quizá olvidar no fuese la solución.
No olvides corazón. Nunca olvides. Sólo, únicamente, danos tiempo para sanar, para curar heridas abiertas, para buscar esa tan ansiada tranquilidad que hace ya demasiado nos debemos.
Él ya lo sabía, o por lo menos lo quería saber. El dolor, el llanto, los recuerdos y arrepentimientos, permanecerían ahí. Sin embargo, su cabeza ya había comenzado a ocuparse de todo, a ocuparse de él. Confiemos en ella, ¿no, corazón?