jueves, 16 de abril de 2020

Mi número DIEZ



Hoy no vas a llamar (video llamar). Me escribiste al WhatsApp contándome que no te apetecía hablar, que estabas cansado de escuchar siempre lo mismo, noche tras noche. Tu lucha interna continuaba, y nada de lo que dijésemos parecía ayudarte, hacer mella en ese remolino enrabietado de tristeza, sentimientos y emociones que se había apoderado de ti. No te había visto hacerlo, pero sé que llorabas a diario, en soledad.

Me acordé cuando llorabas, hace muchísimos años, al enterarte que te quitaban tu número DIEZ. Tu número de la suerte, tu emblema, tu signo. Ese número eras tú. Te acompañó siempre, te reflejaste en él, y buscaste personificar en ti mismo su significado. Buscaste siempre ser un diez. Y quizá el diez, terminó contigo.

Un inconformismo inusual, fuera de lo habitual. Fueron tantas y tantas veces las que removiste cielo y tierra hasta conseguir tu propósito, y tantas y tantas las veces que una vez logrado, perdió totalmente el sentido para ti. Y con los años se agravó. Tu inconformismo te llevó a no disfrutar, a no valorar, a no apreciar, a no ser feliz.

Y ya te lo decíamos, te vemos perdido. Y ahora nos lo sentencias de vuelta: me he perdido y soy incapaz de encontrarme. Y ya son varios meses en los que te veo apático, triste, sin rumbo y con tu cabeza, tu mente, quién sabe en qué lugar de tu pasado. Te ofrecí mi ayuda. Te aconsejé buscar esa ayuda fuera. Quizá sea momento de que alguien abra, seccione de raíz ese cajón de malos pensamientos y los deposite por ti en el contenedor del olvido. Quizá sea momento de que alguien te regale los instrumentos necesarios para que puedas volver a ser feliz.

Estos días atrás hablabas de felicidad desde tu tristeza. De tristeza y perdón. De perdón y arrepentimiento. De arrepentimiento y felicidad. Todo ello en soledad. Un bucle peligroso que giraba a la velocidad de la luz haciendo añicos tus entrañas. 

Ya no existía ese DIEZ. Se difuminó hasta desaparecer. Ya no te buscabas al otro lado del espejo, por miedo a encontrar a aquél a quien no querías ver. Unas semanas atrás bromeabas con el fondo, al que nunca llegarías, según tú. Creo, muy a mi pesar, que estás cerca de tocarlo. Quizá sea la solución, que abraces con fuerza ese fondo, lo entiendas, lo odies, y tomes impulso para abandonarlo. O quizá sea un riesgo demasiado alto el que puedas llegar a sentirte cómodo en tu fondo.

Hoy no llamarás, a justo diez días de tu cumpleaños. Habrás terminado de trabajar, leerás, y harás algo de deporte, a pesar de las molestias. Te insistimos en no martirizarte, en encontrarte, en recordar sin lamentar. Quizá camines por esa playa de la que tanto nos hablaste. Quizá vayas por enésima vez a ese restaurante que tanto te gustaba. Quizá te mire de nuevo esa sonrisa de siete meses que jamás olvidarás.

Probablemente recuerdes, desgarrado en tu interior, y seguro que derramas alguna que otra lágrima tumbado sobre tu esterilla  mientras intentas hacer tus ejercicios de rehabilitación.

Fuiste un DIEZ y el DIEZ te consumió. Ahora necesitas ser tú, sin un número al que agarrarte. Sólo aferrarte a ti, para ser feliz.

miércoles, 1 de abril de 2020

Mi Abril

Y casi sin quererlo, casi sin habernos dado cuenta, llegó Abril. Sin sus mil aguas, sin su afán por dejar atrás el gris invierno y sin sus ganas de regalarnos unos días de merecida desconexión.

Mi mes. Mi cuenta atrás. Treinta y tres llegarán, la edad de Cristo, bromearon algunos. Yo como buen ateo, no tenía ni idea de ello.

Nunca había vivido un abril semejante al que viviremos. Son ya tres semanas, y serán al menos otras tantas, conviviendo únicamente conmigo mismo, sin cruzar la puerta de mi portal más que para las necesidades más básicas de cualquier persona. Hacer la compra, tirar la basura, se han erigido como las únicas actividades socialmente aceptables. 

El mundo respira, descansa, mientras nosotros observamos desde la ventana ( desde el balcón, los más afortunados). Aplaudimos a las ocho, dando gracias a todos aquellos que luchan en primera línea, que arriesgan y que van a ganar, que nos van a hacer ganar. Observamos al vecino de al lado, le sonreímos y nos devuelve la sonrisa. La pareja del bloque de enfrente ha puesto música. “Resistiré”, es el nuevo himno que nos representa. Resistiremos, y libraremos nuestra propia batalla bajo nuestro techo y entre nuestras cuatro paredes. Ésa es sin duda, la que no nos podemos permitir perder.

El sábado nos tomaremos una copa haciendo video llamada. ¡Qué ganas de que llegue ya ese día!. Mientras tanto la semana transcurre entre teletrabajo, ejercicio (mucha gente, yo incluido, con más motivación aun sin salir del salón de mi casa), “Netflix”, y en mi caso, mucha lectura, y algún que otro párrafo de mi propia cosecha. Sin contar las llamadas y video llamadas inesperadas que van surgiendo, a horas intempestivas, y que ayudan, por un momento, a olvidar que hemos perdido algo que siempre habíamos dado por hecho, por regalado, y a lo que no habíamos prestado la suficiente atención: nuestra libertad.

Libertad para simplemente caminar, sin rumbo, sintiendo cada rayo de sol, cada brizna de aire. Libertad para abrazar y besar sin límite. Libertad para decirte, cara a cara, que esa soledad a la que empecé odiando ha terminado por agradarme.

Y te diré, con un año más, que acabaré echando de menos estas cuatro paredes. Que acabaré echando de menos todas estas cosas, tan vitales y trascendentes en esta situación, y que perderán importancia con el paso del tiempo. Echaré de menos ver y hablar, aunque sea virtualmente, con mis padres cada día. Contactar de nuevo con una amistad, apagada con el paso del tiempo, a la que nos une la misma sensación de soledad. Afianzar lazos con los de siempre, bromeando y riéndonos como nunca. Pero sobre todo, echaré de menos cada uno de esos momentos solo, conmigo, en los que únicamente encuentro paz y tranquilidad.

Y casi sin quererlo, sin darnos cuenta, se irá Abril. Mi mes. Entre estas cuatro paredes. Quién sabe si habremos salido de ésta, pero sin duda, estaremos cada día más cerca de ello. Y por favor, no nos abandonemos y olvidemos con facilidad. Recordemos lo perdido, hagamos por aprender y valoremos, de verdad, no a las ocho desde mi ventana o tu balcón, a aquellos que no temieron por su vida para salvar mía, o la tuya, desde la UCI o el supermercado, desde su camión o su coche patrulla.

Incluso en estos momentos, me despediré con una frase que ya utilicé un año atrás. Veintiséis días para el veintiséis. Como alguien me dijo una vez, todo lo bueno sucede en Abril.