Y casi sin quererlo, casi sin habernos dado cuenta, llegó Abril. Sin sus mil aguas, sin su afán por dejar atrás el gris invierno y sin sus ganas de regalarnos unos días de merecida desconexión.
Mi mes. Mi cuenta atrás. Treinta y tres llegarán, la edad de Cristo, bromearon algunos. Yo como buen ateo, no tenía ni idea de ello.
Nunca había vivido un abril semejante al que viviremos. Son ya tres semanas, y serán al menos otras tantas, conviviendo únicamente conmigo mismo, sin cruzar la puerta de mi portal más que para las necesidades más básicas de cualquier persona. Hacer la compra, tirar la basura, se han erigido como las únicas actividades socialmente aceptables.
El mundo respira, descansa, mientras nosotros observamos desde la ventana ( desde el balcón, los más afortunados). Aplaudimos a las ocho, dando gracias a todos aquellos que luchan en primera línea, que arriesgan y que van a ganar, que nos van a hacer ganar. Observamos al vecino de al lado, le sonreímos y nos devuelve la sonrisa. La pareja del bloque de enfrente ha puesto música. “Resistiré”, es el nuevo himno que nos representa. Resistiremos, y libraremos nuestra propia batalla bajo nuestro techo y entre nuestras cuatro paredes. Ésa es sin duda, la que no nos podemos permitir perder.
El sábado nos tomaremos una copa haciendo video llamada. ¡Qué ganas de que llegue ya ese día!. Mientras tanto la semana transcurre entre teletrabajo, ejercicio (mucha gente, yo incluido, con más motivación aun sin salir del salón de mi casa), “Netflix”, y en mi caso, mucha lectura, y algún que otro párrafo de mi propia cosecha. Sin contar las llamadas y video llamadas inesperadas que van surgiendo, a horas intempestivas, y que ayudan, por un momento, a olvidar que hemos perdido algo que siempre habíamos dado por hecho, por regalado, y a lo que no habíamos prestado la suficiente atención: nuestra libertad.
Libertad para simplemente caminar, sin rumbo, sintiendo cada rayo de sol, cada brizna de aire. Libertad para abrazar y besar sin límite. Libertad para decirte, cara a cara, que esa soledad a la que empecé odiando ha terminado por agradarme.
Y te diré, con un año más, que acabaré echando de menos estas cuatro paredes. Que acabaré echando de menos todas estas cosas, tan vitales y trascendentes en esta situación, y que perderán importancia con el paso del tiempo. Echaré de menos ver y hablar, aunque sea virtualmente, con mis padres cada día. Contactar de nuevo con una amistad, apagada con el paso del tiempo, a la que nos une la misma sensación de soledad. Afianzar lazos con los de siempre, bromeando y riéndonos como nunca. Pero sobre todo, echaré de menos cada uno de esos momentos solo, conmigo, en los que únicamente encuentro paz y tranquilidad.
Y casi sin quererlo, sin darnos cuenta, se irá Abril. Mi mes. Entre estas cuatro paredes. Quién sabe si habremos salido de ésta, pero sin duda, estaremos cada día más cerca de ello. Y por favor, no nos abandonemos y olvidemos con facilidad. Recordemos lo perdido, hagamos por aprender y valoremos, de verdad, no a las ocho desde mi ventana o tu balcón, a aquellos que no temieron por su vida para salvar mía, o la tuya, desde la UCI o el supermercado, desde su camión o su coche patrulla.
Incluso en estos momentos, me despediré con una frase que ya utilicé un año atrás. Veintiséis días para el veintiséis. Como alguien me dijo una vez, todo lo bueno sucede en Abril.
No hay comentarios:
Publicar un comentario