Amaneceres difíciles que se tornan imposibles al observar detenidamente mi deteriorada imagen, proyectada en el espejo; un rostro desdibujado, en el que se confunden la tristeza y el cansancio que emanan de mis profundas ojeras, fruto de incontables noches en vela, bañadas por el sudor que provocan los constantes cambios de postura buscando la anhelada comodidad que presidía mi cama.
Tras una jornada completa, un día para el olvido ó para el recuerdo, según se mire, me encuentro de nuevo ante ese maldito espejo; el único capaz de no mentirme; el único que muestra mi verdadera realidad, sin hipocresías, y que pese a su terrorífica sinceridad, le agradezco que mientras me mire a él cada amanecer y cada medianoche, toda mi vida fluirá en el sentido adecuado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario