jueves, 26 de abril de 2012

25

Uno más, pero uno diferente. Ya son 25, pero este año, estos últimos 6 meses antes de llegar al cuarto de siglo, han moldeado una nueva personalidad que poco a poco puedo mostrar sin tapujos; me han hecho madurar a base de sufrimiento, aunque creo que he conseguido ser más fuerte, mejor persona y sobre todo disfrutar de todo aquél que me rodea.

Mi gente ha sabido responder cuando más lo necesitaba; mi familia ha sido mi familia, sin más, lo mejor que tengo; y he de agradecer a alguien muy especial el seguir siendo parte de mi vida, una parte diferente, pero una parte al fin y al cabo. Quise correr, me estrellé, caí, y creo que he conseguido levantarme.

Estos 25 años han sido un cúmulo de altibajos; un bochorno de situaciones dispares y peligrosos devenires, en los que he sido de incapaz de moldear mi vida, de cimentar un futuro que peligrosamente me está encontrando. Sin embargo me he dado cuenta que esta incerteza en mi vida, es mi sino: soy, como dije hace varios meses, en una entrada de este blog, un príncipe de los momentos, un poeta de cinco minutos con miedo al futuro. Me identifico como un mercenario del tiempo y el espacio, alguien incapaz de ser feliz si no es disfrutando de su presente y a quien mirar más allá del mismo le provoca un miedo que no puede afrontar.

Este cumpleaños ha sido diferente, ha sido un cumpleaños "solitario", en el que me he sentido extraño, pero no por ello infeliz. Mañana toca celebración y todas estas palabras quedarán en el olvido como meras reflexiones en un momento de esos en los que "volarán las palabras sin control", pero lo más importante, no tendrán sentido sin esta última frase: FELICIDADES EMILIO.


domingo, 15 de abril de 2012

Destino caprichoso.

Se distorsiona el tiempo cuando lloras; se entremezclan tus lágrimas con el rimmel que hace cuestión de minutos iluminaba tu mirada;
Me gustaría abrazarte, poder sentir cómo se humedecen mis manos al retirarte dulcemente las gotas de llanto sordo que pueblan tus mejillas;
Nos sentaríamos a mirar la luna, en silencio, tú ya calmada y yo buscando mi paz; no hablaríamos, sentiríamos el aire cortante en nuestros rostros, pero no nos importaría; no nos moveríamos.
Tomaría tu mano y la agarraría fuertemente; notaría el frío de tus dedos y la apretaría contra mi pecho, como si fuera parte de mí.
Nos miraríamos y sin decir nada, cómplices de de un destino cada vez más caprichoso e hiriente, nos levantaríamos y comenzaríamos a andar, cada uno por su lado, con paso firme, dejando tras de nosotros, triste, hundido y resignado, el atisbo de amor que por un momento sobrevoló e inquietó nuestros corazones.

sábado, 14 de abril de 2012

Casi siempre.

Casi siempre entre sonrisas, unas veces verdaderas, unas veces de cara a la galería;
Casi siempre entre bromas, desplegando mi imaginación en pos de conseguir la sonrisa ajena;
Casi siempre mis palabras acuden en ayuda de quien busca sentido a un momento inusual;
Casi siempre me regalan compañías que nunca pueden ser mejores;
Casi siempre tengo en la manga un as para despertar a la alegría;
Casi siempre que escribo mi corazón se estremece y mi mirada se difumina;
Casi siempre que alguien cree que me conoce, se equivoca, ni yo mismo tengo el placer de conocerme;
Casi siempre que pienso en el futuro, me cuesta más vivir el presente y más aún deshacerme de mi pasado;
Casi siempre me lamento y me entristezco de puertas para dentro.
Casi siempre...

Casi nunca...olvido que tras esa cortina de seda, tras ese muro de emociones, yace la verdadera razón de estas reflexiones.

martes, 10 de abril de 2012

Escribir.

Hablar de escribir es hablar de cómo me siento enfrente de mi ordenador y escupo todo aquello que distorsiona mi mente, apaga mi alma y hiere mi corazón. Cada vez que el desasosiego puede conmigo, mi terapia es siempre la misma: los malos pensamientos, las dudas y los llantos ahogados fluyen desde mi cerebro hacia mis dedos, que siempre encuentran la forma de llenarlos de sentimiento y melancolía, de un significado que hace que el lector sienta que son verdaderos, reales, pese a los recursos estilísticos que puedan disfrazarlos.
Tras unas líneas, reflejo duro de emociones encontradas, me encuentro liberado. Encarcelo a través de mis palabras la pesadumbre de mis días. Descubro que mi pantalla es mi claro confidente y cada vez que releo todas aquellas emotivas a la par que dolorosas realidades que yacen prisioneras en este blog, me descubro con un nudo en el estómago y una ligera neblina recubriendo mis pupilas. Sin embargo, me encuentro feliz por poder plasmar de una manera atractiva para el lector, mis debacle a través de palabras.

martes, 3 de abril de 2012

Viaje al pasado desde mi futuro (4) ENE

Fue un abrazo de esos que se dan una vez en la vida; un contínuo trasvase de sentimientos entre dos cuerpos que no pueden (o no quieren) separarse. No puedo decir con exactitud cuánto tiempo estuvimos  entrelazados, sintiendo cada uno los sollozos incontrolables del otro, su respiración agitada, sus lágrimas sinceras que tanto tiempo fueron presas del olvido.

Finalmente nos separamos, nos miramos...nuestras miradas transmitían todo lo que nuestros labios, sellados, no eran capaz de lograr expresar. Nos cogimos de nuevo la mano, como tantas veces lo hicimos en aquel lugar. Dejamos de observarnos y cada uno perdió su mirada en un horizonte abstracto, insignificante si lo comparamos con la cantidad de recuerdos, momentos, vivencias que transcurrían veloces por nuestras mentes y hacían brotar más y más lágrimas que intentábamos, sin éxito, controlar.

Noté, mientras mi mente vagaba por mi antigua vida, un brusco apretón de su mano. Se giró rápidamente hacia mí, y mientras mi cabeza rotaba hasta el punto en el que se encontraría frente a la suya, comenzó a hablar. Durante más de dos horas me contó con todo lujo de detalles cómo había sido su vida estos últimos ocho años, desde que nos separamos hasta ayer mismo. Me confesó además, que se enteró por la prensa que iba a venir a recoger el premio y que nuestro encuentro no fue fruto de la casualidad. Asímismo me explicó que no se sentía preparada para este momento, para verme de nuevo, pero que su marido le animó, incluso le obligó a ello.

Durante esas dos horas yo escuché en silencio lo que me decía. A cada palabra suya se deshacía un candado de mi corazón, entraba un pequeño haz de luz en mi vida, y notaba como la losa que había cargado durante tanto tiempo iba cada vez haciéndose menos pesada. Tras el relato de su vida, me instó a que le contase la mía. Al principio me encontré dubitativo por no saber si debía remover el pasado. Se lo expliqué, que no merecía ser recordado pero ella insistió, me lo pidió dulcemente, y finalmente sucumbí. Le relaté todo, desde que cogí aquel avión hasta que volé desde Praga a recoger mi premio. Le conté cómo escribir había conseguido tranquilizar mi alma; cómo había sido una terapia con excelentes resultados frente a la depresión en la que me vi inmerso y cómo Nadia me ayudó de una manera que no podré agradecerle nunca a superar mi sobrevenida adicción a la cocaína.

Fueron tres horas sin parar de hablar. Tres horas sin dejar de mirar cómo sus ojos color miel me contemplaban casi sin pestañear, haciéndome sentir importante al contar mi vida, como en las presentaciones de mi primer libro, que realicé en diversos colegios, donde leía unas páginas ante la atenta y atónita mirada de los niños que allí se encontraban.

Acabé y ya se veían las primeras luces del alba. Mi vuelo salía a las 10 y eran ya las 7 de la mañana. Le invité a desayunar en mi hotel y mientras charlábamos (animadamente, de cualquier tema) se ofreció a llevarme al aeropuerto. Lo que hace unas horas habría sido una condena para mí, en ese instante me pareció la mejor de las ideas. Durante el trayecto continuamos charlando, sin parar, como dos grandes amigos que nunca perdieron el contacto, incluso bromeando y siendo confidentes uno del otro, al igual que en los primeros meses en los que nos conocimos.

Estuvo conmigo hasta el momento en que debí cruzar el control al que que únicamente acceden los pasajeros para continuar hacia las diferentes puertas de embarque. Miré a mi alrededor y vi a familiares y amigos despidiéndose de su compañeros "viajeros". Cogí mi pequeña maleta de mano (regalo de Nadia) y me dispuse a despedirme de ella. Antes de que pudiese darme cuenta se echó en mis brazos y me abrazó fuertemente, casi dejándome sin respiración.
- Hoy ha sido de los días más felices de mi vida - exclamó, con una sonrisa que me recordaba a la mujer de la que me enamoré - ojalá te sientas tú también así, creo que los dos necesitábamos esto. Espero a partir de ahora ser los grandes amigos que fuimos y nunca más dejar de serlo. Sabes que te quiero y te querré siempre - Dijo esta última frase mientras me besaba en la mejilla rozando con sus labios la comisura de los míos.

El avión despegó. Antes de que lo hiciera, ya me había quedado dormido, lo que no había conseguido  en los últimos 8 años que me había pasado entre aviones. Sentía una profunda paz, me sentía liviano, me sentía libre. Me sentía, gracias a aquella noche, en aquel lugar, con aquella persona, dueño de mí mismo. Me sentía feliz. Volvía a ser yo.