Uno más, pero uno diferente. Ya son 25, pero este año, estos últimos 6 meses antes de llegar al cuarto de siglo, han moldeado una nueva personalidad que poco a poco puedo mostrar sin tapujos; me han hecho madurar a base de sufrimiento, aunque creo que he conseguido ser más fuerte, mejor persona y sobre todo disfrutar de todo aquél que me rodea.
Mi gente ha sabido responder cuando más lo necesitaba; mi familia ha sido mi familia, sin más, lo mejor que tengo; y he de agradecer a alguien muy especial el seguir siendo parte de mi vida, una parte diferente, pero una parte al fin y al cabo. Quise correr, me estrellé, caí, y creo que he conseguido levantarme.
Estos 25 años han sido un cúmulo de altibajos; un bochorno de situaciones dispares y peligrosos devenires, en los que he sido de incapaz de moldear mi vida, de cimentar un futuro que peligrosamente me está encontrando. Sin embargo me he dado cuenta que esta incerteza en mi vida, es mi sino: soy, como dije hace varios meses, en una entrada de este blog, un príncipe de los momentos, un poeta de cinco minutos con miedo al futuro. Me identifico como un mercenario del tiempo y el espacio, alguien incapaz de ser feliz si no es disfrutando de su presente y a quien mirar más allá del mismo le provoca un miedo que no puede afrontar.
Este cumpleaños ha sido diferente, ha sido un cumpleaños "solitario", en el que me he sentido extraño, pero no por ello infeliz. Mañana toca celebración y todas estas palabras quedarán en el olvido como meras reflexiones en un momento de esos en los que "volarán las palabras sin control", pero lo más importante, no tendrán sentido sin esta última frase: FELICIDADES EMILIO.
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