martes, 1 de mayo de 2012

Perfecciones.

Una tarde más; un café rebosante de espuma y un toque de cacao, para endulzar las heridas; una vez más tus lágrimas son protagonistas de nuestros encuentros. ¿Qué por qué te pasa? Quien sabe. Pero te contaré algo que una vez escuché, por casualidad, mientras afinaba las cuerdas de mi guitarra:

"En este mundo imperfecto, cada persona se distinge de cualquier otra por unos rasgos característicos. Hay gente con menos suerte y gente con más suerte. Siempre se piensa que los más afortunados son aquéllos de objetiva belleza física o aquéllos cuya belleza interior es desbordante; Casi nadie duda que quien acumula ambas cualidades, ha sido bendecido con la fortuna de ser ¿perfecto?. No, nada más lejos de la realidad. Este tipo de gente, escasa, tiene un defecto, una losa que les acompaña y un lastre difícil de afrontar: lo que para el resto de personas es visto con admiración e incluso con envidia, por ser aquello a lo que aspirarían, estos entes "perfectos" son incapaces de valorarlo. No llegan a quererse nunca tal y como son, aunque a vista de cualquier persona, podría parecer hasta una ofensa, y en muchas ocasiones, caen en profundas depresiones; entran en una espiral de autodestrucción de la que no pueden salir. Es el peaje que tienen que pagar por ser tan "perfectos" a ojos de quien les rodea"

Me has escuchado en silencio y sin derramar una sola lágrima ¿Es acaso que te has sentido identificada? Claro que sí, eres una de esos pocos elegidos, y vas a ser de las que consigan poder comprobarlo por tí misma descubriendo la verdadera persona que yace en tu interior y de la que todos los que te rodeamos estamos enamorados. Cada uno de nosotros tiene algo que agradecerte y en mi caso, demasiado, y me gustaría que pudieses disfrutar de tí misma como yo lo hago.

Nunca más volvimos a aquella pequeña cantina.

Nunca más volvieron los espejos a distorsionar la imagen de aquella persona que consiguió verse perfecta a la luz de su mirada.

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