jueves, 17 de mayo de 2012

Sueño sin sueños.

Todo se tiñe de un silencio sepulcral mientras tu cerebro busca los recuerdos anhelados y los momentos casi inadvertidos que tu memoria no pudo retener, para moldear a su antojo ese sueño que tanto ansiaste disfrutar durante esta noche primaveral.

Te acomodas en tu colchón, testigo de tantas y tantas noches de insomnio, contemplando el relieve del techo de tu habitación, gracias a que, tras unos instantes de contienda con la temible oscuridad, consigues acostumbrarte a su hipocresía, y te permite ver a través de ella. En ese momento caes rendido a sus encantos, y pierdes toda esperanza de poder cerrar los ojos y vagar por ese mundo de fantasías y emociones en el que se entrelazan los sueños, esperando a ser asediados por aprendices de soñadores ávidos de aquella felicidad que no les reporta su existencia real.

Amanece y te encuentras abandonado a la suerte de un sueño sin sueños; una necesidad humana carente de toda belleza; supérflua, intrascendente; que sólo te permite seguir viviendo tu vacía vida real y seguir anhelando aquella utopía, aquel sueño de ensueño, que una vez te prometieron y que cada vez estás más seguro de que nunca llegará.

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