viernes, 30 de marzo de 2012

Viaje al pasado desde mi futuro (3)

Se movió lentamente cediéndome "mi" lado de aquel banco que tantas ocasiones había sido testigo de nuestras conversaciones y de nuestros besos infinitos. Aún atónito por encontrarme con ella de nuevo allí, como si el tiempo no hubiese pasado y nuestros corazones aún estuviesen entrelazados, tomé asiento en su respaldo. Sentí su calor, el aroma de melancolía y de vivencias que mi memoria quiso y no pudo olvidar y noté un profundo escalofrío al ver su mano acercándose a la mía, tomándola y apretándola con firmeza y delicadeza a partes iguales.
- Al despedirmos hace unas horas, comencé a andar sin rumbo fijo - comenzó- y sin quererlo mis pasos me guiaron hasta aquí, hasta nuestro banco. Cuando llegué acababa de iluminarse el palacio. Me dejé caer, con un nudo en la garganta y mis ojos empañados en lagrimas de tristeza y aquí he permanecido hasta que has aparecido, en el sitio que ocupaste durante tantos años y desde el cual me hiciste la mujer más feliz del mundo. No sé por qué, pero tenía la certeza de que aparecerías, de que te sucedería lo mismo que a mí: tus pasos o el destino, nos darían una oportunidad de pasar, definitivamente y sin resquicios de resentimiento, la página del libro en la que se escribió nuestro amor.
Yo le había escuchado y cada palabra que salía de su boca era una punzada en mi corazón. No creía que estuviese preparado para volver a pasar una noche con ella allí, nuestro lugar secreto, donde nos apartábamos del mundo y soñábamos con imposibles que en nuestras alocadas mentes parecían tan reales...Definitivamente, era incapaz de pasar ni un minuto más en aquel lugar, necesitaba llegar a la habitación de mi hotel, pedirme una Hendrick's en el lobby bar y liberar mi mente, como tantas veces me había a instado a hacerlo Nadia, mi actual pareja y psicóloga de profesión. Hice ademán de levantarme, pero apretó su mano contra la mía con más fuerza, impidiéndo mi huída.
- Edu, por favor - su voz se entrecortaba mientras sus lágrimas cada vez se hacían más frecuentes en sus mejillas, tan suaves como siempre, tan suaves como las recordaba - me gustaría que no te fueses como la última vez. ¿No te acuerdas que tú eras el que hablabas de amistad, el que necesitabas no perderme como amiga y que ibas a luchar por ello?
Ya no pudo controlar más sus lágrimas y comenzó a llorar desconsoladamente. Yo no sabía que hacer y cada vez sentía con más claridad que mi cuerpo comenzaba a separarse de mi mente. Empecé a temblar, se nubló mi vista; necesitaba abandonar aquella peligrosa situación. Me había costado casi dos años de insomnio y pastillas; dos años de gramos de cocaína cada noche en la que me ponía a escribir; dos años de lloros constantes y de reclusión en el pequeño ático que Nadia poseía en Nueva York. No podía tirar todo ahora por la borda aunque los síntomas parecían indicar que así lo haría.
Sin embargo, una sensación de tranquilidad como no recordaba desde hace tiempo; un hálito protector que invadía mis sentidos y me proporcionaba la calidez necesaria para dejar de temblar y el control de mí mismo que segundos antes había perdido: sin darme cuenta me encontré abrazado a ella e intentando detener el tiempo para que aquel momento durase eternamente.

martes, 27 de marzo de 2012

Viaje al pasado desde mi futuro (2)

Una nube de alabanzas, un cúmulo de buenas palabras, un aluvión de sonrisas forzadas y una falsa alegría que debía exteriorizar y que últimamente me costaba más. Cada vez era menos amigo de los grandes acontecimientos, ni aunque, como en este caso, fuese yo el protagonista. Es más, en estos últimos me sentía aún si cabe más perdido, por el mero hecho de actuar en aras de parecer el más feliz del momento, el héroe al que todos quieren acercarse, tocar, recibir unas palabras de afecto, al tiempo que alaban sus hazañas...

Tras un breve discurso, preparado durante las dos horas que duró mi vuelo desde Praga, y tras responder a algunas preguntas (siempre las mismas, que porqué viajo solo, no llevo a mi pareja, paso tan poco tiempo en Madrid) ninguna referida a mi libro, me excusé ante los promotores de la ceremonia y alegué que no podía disfrutar del tentempié que habían preparado y el coloquio entre autores, por motivos familiares. En realidad mi cabeza no estuvo en aquel teatro en ninguno de los minutos que duró la entrega del premio, ni siquiera al formular mi discurso (que poco tiempo después tildaron de poco profundo e impersonal). Desde mi encuentro con ella, todo el mobiliario que durante tantos años me había costado encajar entre los muros de mi cerebro y corazón, se había despedazado.

Por fin salí al exterior del edificio. La ligera brisa templada propia de las madrugadas del mes de mayo acarició mi piel, mientras dirigía mis pasos hacia el Palacio de Oriente. Siempre me gustó aquel lugar por la noche, iluminado. Solía, mientras me sentaba a contemplarlo pasada la media noche, imaginarme las historias que podría albergar en su interior.

Fui andando hacia allí, mientras recordaba la última vez que lo contemplé, la madrugada anterior a coger mi vuelo hacia Nueva York, hacía ya más de ocho años. Siempre me sentaba en el mismo banco y siempre en el mismo lado de éste. Encontrándome cerca de él, me percaté de que había alguien sentado allí, y en mi lado. Parece difícil de creer, pero durante todo el tiempo que frecuenté "mi banco", nunca me encontré a nadie a esas horas, es más, la plaza de Oriente casi siempre estaba desierta, salvo por el grupo mendigos que malvivía allí, que agitaba sus ya vacías botellas mientras esperaba paciente el día de su autodestrucción. 

Pensé en pasar de largo, mirar de reojo quién había sido capaz de usurpar mi inmueble más preciado de Madrid, para sentarme justo en el banco siguiente. Mientras realizaba mi operación, al levantar la mirada y girar sutilmente mi cabeza para comprobar cómo era la persona que había osado ocupar mi valioso lugar, un susurro procedente de aquella forma sombría heló mi sangre, paralizó mis sentidos y casi provocó que me desmayase. 

- ¿Quieres que te deje tu sitio?- Allí estaba ella, en el que fue nuestro banco durante tantos años, el lugar que albergó nuestras primeras pasiones y medió en nuestras últimas discusiones. No había sido capaz de reconocer su silueta debido a que ninguna farola estaba encendida a esas altas horas de la madrugada. Era sin duda lo que más me gustaba de aquel fantástico a la par que enigmático lugar: a partir de la media noche sólo tenían cabida vaivenes de sombras sin rumbo establecido únicamente vigiladas por el imponente e iluminado palacio.

domingo, 25 de marzo de 2012

Viaje al pasado desde mi futuro.

-No puede ser...¿De verdad eres tú?- Había vuelto a Madrid para disfrutar de un fin de semana, tras 8 años,  en el que me entregarían un premio por mi tercer libro (ya el tercero, quién me lo iba a decir), titulado "El destino de tu mirada". No había querido avisar a nadie, sólo a mi familia más directa y mis allegados, porque pretendía coger el primer vuelo de la mañana del domingo, con destino a Praga, donde establecí mi residencia hacía casi dos años. Sin embargo, mientras daba un paseo una hora antes, por las inmediaciones del lugar de celebración de la gala en la que me entregarían el mencionado premio, me crucé con ella, quizá con la persona que menos pensaba (o tenía ganas de) encontrarme en mi visita express.

-¿Cuánto tiempo hace ya que te fuiste?- Ella fue la primera que me vio, me detuvo mientras yo intentaba pasar de largo con la esperanza de que no me hubiese visto. En el momento que me dí cuenta que no podría evitar esa situación, frené mis pasos, y me dirigí a ella como si acabase de notar su presencia.

- ¡Es imposible!- exclamé - ¡Ya 8 años sin pisar España! ¿Cómo te va todo? ¿Qué ha sido de tí? ¿A qué te dedicas?- Hice por parecer interesado en lo que había sido su vida desde que, hacía más de 8 años, nos despedimos en el aeropuerto, con lágrimas en los ojos, en lo que fue el comienzo de mi viaje hacia ningún lugar, un viaje para olvidar.

- ¡Qué ilusión verte de nuevo, de verdad!- me dijo- La verdad que la vida me ha ido muy bien. Comencé a trabajar en la empresa donde quería, tengo un gran salario, me casé tras 3 años de noviazgo con el hombre que te dije, y soy madre de dos hijos preciosos, no me puedo quejar. ¿Y tú? Que no te has dignado a escribir, ni siquiera para saber que te iba bien...

- Me alegro de que seas feliz- musité mientras miraba mi reloj, comprobando que quedaba apenas un cuarto de hora para el comienzo de la ceremonia- Yo me fui, como sabes, a Nueva York en busca de una nueva vida y para dejar todo atrás y comenzar de nuevo. Trabajé en diferentes sitios mientras comencé a escribir y publiqué tres libros, que han tenido, por suerte, gran acogida. Ahora vivo en Praga con una mujer checa que conocí en Nueva York, y estoy aquí para recoger un premio por mi último libro, que por cierto, en 10 minutos me lo dan aquí al lado. Y, si nada extraño ocurre, me iré mañana de nuevo a Praga con expectativas de no volver en mucho tiempo.

Ella me había escuchado casi sin pestañear. Atisbé un brillo cristalino en sus ojos, pero no quise profundizar más en ello.

- Me alegro- susurró- te mereces todo lo bueno que te ocurra.-Se hizo un silencio incómodo, interminable, mientras los minutos pasaban y mi encuentro con ella se acercaba a su fin.

- He de irme - dije apretadamente - De verdad me ha hecho ilusión verte- ¿Ilusión? Esa no era la palabra, por lo menos no era la que definía la sensación de pesadez y tristeza que tenía en mi interior. Nos abrazamos muy impersonalmente y ella acertó a decir - Hazme saber cómo te va, por favor. Hasta siempre.

Nos separamos, y mientras me dirigía hacia el teatro donde sería obsequiado con el galardón, iba pensando que hice lo correcto abandonando todo lo que tenía, abandonando todo resquicio de su presencia. Sin embargo, me asaltaba la duda de si era realmente feliz, de si no hubiese sido más feliz con ella. Estaba seguro que mientras se alejaba, ella pensaba lo mismo.

domingo, 18 de marzo de 2012

FUTURE

Noto el aliento de un futuro incierto cada vez más cerca, cada vez más incrustado en la parte de mi cerebro que últimamente, con más frecuencia, se preocupa por mi devenir. Todo mi mundo escribe su futuro con pasos firmes y seguros mientras yo me resisto a madurar, me resisto a dejar de lado una etapa de mi vida agridulce, de extremos, de toboganes de emociones y lamentos, que ipertérritamente se deshace cual papel de periódico que sobrevuela azoteas de angostos edificios, sabiéndose libre, hasta que desgraciadamente   su etapa de libertad termina al alcanzarle la lluvia, indicador concluyente de cambios y novedades.

Este dramático final, que tarde o temprano me alcanzará, no traerá certidumbre a mi mente; me lanzaré hacia nuevos horizontes sin un colchón de realidad que amortigüe mi caída hacia desconocidos caminos, donde mi personaje será un mero figurante o incluso jamás llegará a formar parte de ninguna obra conocida, y menos aún, de ninguna realidad conocida.

Mientras tanto, ahogo mis últimos vestigios de presente observando y envidiando como los que me rodean dan sus primeros pasos en su futuro. Un futuro realmente buscado. En mi caso, un futuro con tintes de tragedia y drama mezclados con pinceladas de optimismo.


martes, 13 de marzo de 2012

Corsé.

Encorsetado entre una una amalgama de miedos entrelazados cual tela de araña, construida para atraer aquello necesario para subsistir; no consigo que mis ganas superen mis miedos, que mis virtudes anulen mis defectos y que mis oscuras sensaciones se tiñan de colores mate, para que posteriormente brillen con todo su esplendor.

Un sepulcro de sentimientos encontrados; una tempestad de necesidades de autorrealización que me llevan a confiar cada día en conseguir escapar de la mencionada trampa, tela de araña, como queráis, que imposibilita que una puerta más se abra, ¿quizá la última? no lo sé, pero sé que cada una de ellas que he traspasado, ha provocado que mi paz interior se haya incrementado y que haya deshecho unos pocos hilos del corsé que aún limita mi desarrollo pleno.

domingo, 11 de marzo de 2012

11M

Nadie merece ser conocido por pertenecer a ese grupo de gente, de personas, que nunca debió existir; que tienen el dudoso honor de ser famosos por haber perdido la vida a manos de otro grupo de personas, si se les puede calificar de esa manera, que resquebrajan el equilibrio de la humanidad apoderándose ilegitimamente del derecho de decidir sobre las vidas ajenas. Si pudiera cambiar algo, eliminaría estos dos totalmente prescindibles grupos, y haría un poco más coherente al ser humano. Mientras tanto, sólo me queda acordarme de todos aquellos que no merecieron perder su vida a manos del terrorismo.

De alegrías y tristezas.

Y que se escapa volando la alegría por esa ventana entreabierta, mientras la puerta de atrás, la que olvidaste cerrar, permite que irrumpa la ya alejada sensación de tristeza, los cantos sordos de sirenas que hace tiempo abandonaron el mar.
Momentos duros, preveiendo una vuelta a lo anterior, al fango, a la desdicha del saqueador de almas en cuerpos vacíos y corazones contaminados.
Sin embargo no; conseguí el antídoto a los malos pensamientos, al sinvivir de las horas muertas siguiendo el compás de una mente presa de su propia voluntad de autodestruirse.
He aprendido a controlar mi mente, a minimizar sus viajes suicidas hacia territorios minados, y sobre todo, a cerrar bien su ventana y su puerta, para que mi alegría no huya hacia ningún lugar y no tenga noticias de la temida tristeza.