domingo, 10 de junio de 2012

El destino de tu mirada. Primera parte.

Habían pasado ya veinte años desde que me fui y aún no había regresado. Caminaba hacia el pequeño despacho donde gestionaba la cadena de lounge cafes,  que había abierto hacía ya más de 10 años, cansado y apesadumbrado. Llevaba varias noches durmiendo mal, justo desde el día en que recibí un email con la invitación a un evento de antiguos alumnos de mi universidad.

Había releído la invitación una y otra vez hasta que casi podía describirla de memoria: "Con motivo de la conmemoración de los 20 años de la promoción del 2011, se hace un llamamiento a todos los alumnos de la misma para compartir una velada en el Salón de Actos de la Universidad, el día 24 de junio a las 20 horas. Necesario llevar la entrada que se adjunta en el e-mail, tanto para el titular como para el acompañante"

No podía quitarme aquella invitación de la cabeza pese a que un primer momento deseché por completo la idea de acudir al evento. No había regresado desde que me trasladé a Boston y había perdido todo contacto con mis compañeros y amigos. Nada había que pudiera empujarme a volver; o sí que lo había.

Volvía a abrirse paso entre mis pensamientos el recuerdo de aquella mirada. Aquellos profundos ojos que me pedían a gritos que no me fuese, que no abandonase todo lo que tenía. Durante años no había podido olvidarlos y me perseguían a cada momento. Me había costado deshacerme de aquella mirada, o quizá esconderla entre mis pensamientos más profundos. Sin embargo, un e-mail de los cientos que recibo al día, me hizo regresar del olvido y rememorar el pasado.

Esa misma noche, al llegar a casa, busqué entre todas las cajas en que había trastos viejos inservibles pero de los que me costaba deshacerme. Allí estaban, las cuatro únicas fotos que conservaba de mi antigua vida, antes de dejar todo atrás.

Desde que me llamaron de la pequeña empresa de marketing en la que empecé a trabajar en Bostón confirmándome que comenzaría mi empleo tres meses después, hasta el día que me fui, hice daño a cuatro personas importantes de mi vida, las cuatro personas que aparecían en aquellas fotos.

Debía decidir si tomar un vuelo Madrid en 5 días o hacer como si no hubiese pasado nada. Aquel e-mail habría sido un spam que nunca habría llegado a leer. Tenía esos 5 días para valorar si debía seguir con mi vida como hasta ahora, desde hacía ya veinte años, o volver para conseguir paliar el daño que hice. Lograr que las miradas de aquellas fotografías, sobre todo la de una de ellas, dejasen de emanar tristeza. Volver tras unos días navegando entre antiguas tempestades, con 4 nuevas fotografías que reflejasenn el perdón de aquellas miradas.


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