Llegué al primer piso de aquel edificio, por unas escaleras en las que en cada paso, la sensación de que podían quebrarse y propiciar una caída indeseada, sobrevolaba mi cabeza. Eché un rápido vistazo al primer piso, y observé que todas las puertas de las viviendas allí situadas estaban alicatadas, por lo que llegué a la conclusión de que allí no vivía nadie. Al darme la vuelta para emprender mi camino hacia el segundo piso, a través de las putrefactas escaleras por las que había venido, un escalofrío inundó mi cuerpo, y mi corazón se detuvo por un momento: apoyado en las escaleras, interrumpiendo el paso, se hallaba el cadáver de una anciana en avanzado estado de descomposición. Debido al mal olor que reinaba en todo aquel lugar, no había sido capaz de distinguir el fuerte hedor que emanaba del cadáver. Aguantando una arcada, lo empujé con el zapato, y corrí por las escaleras hacia el segundo piso sin mirar atrás.
En el segundo piso, deseando que mi aventura en ese siniestro edificio acabara, repetí la operación: Eché un rápido vistazo, comprobé que, como en el anterior piso, estaban todas las puertas alicatadas, y dejé de contener la respiración, cuando me cercioré de que entre toda la mugre que reinaba en ese descansillo, no había ningún otro cadáver.
Emprendí la subida al tercer y último piso, deseando que no hubiese nada allí y que mi aventura concluyese, pero teniendo el presentimiento de que algo me aguardaría allí. Algo extasiado, y con el corazón latiendo cada vez más deprisa, llegué a este último piso. Comprobé lentamente las puertas...alicatada, alicatada, alicatada.....Mi corazón dio un vuelco al observar que la vivienda "d", no tenía su puerta alicatada, sino que una antigua y muy deteriorada puerta de madera, entreabierta, se mantenía allí como podía, sujeta por cuatro clavos oxidados.
Sin saber por qué, debido a que era presa del más absoluto miedo, me acerqué hacia la mencionada puerta. La curiosidad pudo conmigo, y pegué mi oído a la maltrecha madera que la mantenía en pie, con el objetivo de escuchar lo que sucedía en el interior de la vivienda. Previamente, el pequeño hilo de luz ténue que emanaba desde dentro, y escapaba a través del pequeño hueco existente entre el marco y la puerta, me hicieron pensar que dentro había alguien. La voz que paralizó todo mi cuerpo, e hizo que casi me desmayase, proviniente del interior, me hizo cerciorarme de ello: "Has tardado mucho pero por fin has llegado. Pasa, te estaba esperando".
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